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Miguel Hernández: emoción, dignidad y poesía



La palabra, la poesía, guarda en el alma las emociones, los deseos, los sentimientos más nobles, es el regalo más hermoso que podemos recibir y ofrecer. Como persona, como escritor, estaré siempre con los humildes, con los necesitados, con los que sufren, con los sin voz, con los desheredados de la tierra para que recuperen la esperanza en una sociedad mejor, más justa, más solidaria. Esta necesidad de recuperar la dignidad me la ha transmitido siempre los versos hondos y profundos de Miguel Hernández. Desde aquí y ahora reivindico a Miguel Hernández poeta, una de las cumbres de la poesía del siglo XX, una voz personal y auténtica, la voz generosa que escribe por todos y con todos, la palabra de un poeta que hemos de admirar y sentir por encima de banderas y que nos identifica como seres humanos en cada verso que late en su poesía. Es un ejemplo de honestidad, constancia y fidelidad a uno mismo. Por encima de todo nos enseña, el poder de la voluntad y el convencimiento de que los sueños son todavía posibles.

Mi primera memoria sobre Miguel Hernández son las canciones de Jarcha y de Serrat en discos de vinilo, recuerdo que estudiaba magisterio y con unos amigos de estudios, Ramón y Manuel saltamos la tapia del polideportivo de Almoradí para escuchar a Jarcha cantar La elegía a Ramón Sijé, allí nos dejamos el corazón y unos agujeros en los pantalones que tuvo que remendar mi madre. La herida de la poesía ha permanecido siempre abierta. Miguel Hernández estaba en los poemas que intercalaba mi hermano en sus cartas, Miguel estaba en los ojos cansados de Josefina Manresa, su esposa, a quien conocí en Elche ya enferma de melancolía y de soledad, Miguel estaba en la dedicatoria de trazo tembloroso de Perito en Lunas y que apenas esbozó Josefina, Miguel estaba en la mirada tierna de sus nietos cuando camino de Madrid para conocer a Vicente Aleixandre y de la mano de José Luis Esparcia llegaron a mi casa, Miguel también está en la mirada inocente de todos los niños del mundo, en los humildes, en los desheredados de la tierra, en el silencio de los sin voz, en el canto de los pájaros y en la raíz oscura de la tierra, en la esperanza del hombre en un mundo más justo y más humano.

Por todas estas razones escribí Miguel Hernández en 48 estampas, porque le debo mucho a Miguel Hernández poeta, y aquí y ahora entrego mi deuda de gratitud y de homenaje para que estos niños, gorriones del aire como los llamaba Miguel, se acerquen, nos acerquemos a su poesía honda y reflexiva más allá de la ideología de cada cual, al fin y al cabo todos somos desheredados en el mismo naufragio.

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